Eterna tentación by Julie Kenner

autor:Julie Kenner [Kenner, Julie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-15T00:00:00+00:00

19

En una ocasión, estuve en Las Vegas con Brandy, nada más salir de la universidad. Nos alojamos en uno de los casinos más baratos de la avenida principal. Jugamos, bebimos, nos pusimos hasta las cejas en el bufet libre, vimos unos cuantos espectáculos… y ni siquiera salimos del casino. Respecto al hotel, era como si alguien le hubiera dado un chute de adrenalina a un motel de carretera. No más lujos que bebidas aguadas gratis si te sentabas el tiempo suficiente a una mesa de juego o a una tragaperras. Y, por supuesto, nada de champú y gel con el logo del hotel en la habitación.

Conseguí volver a casa con diez dólares más que cuando llegué, sin contar el coste de mi mitad de la habitación. En aquella época, lo consideré una ganancia. También me pareció que el casino era impresionante.

Salta a la vista que era joven e inocente.

El Fénix está en la famosa avenida de Las Vegas llamada The Strip, pero Devlin me explica que se encuentra en uno de los extremos más nuevos de la avenida, alejado del tráfico intenso a conciencia.

—Queremos atraer turistas, pero este lugar cumple una doble función, de modo que es aceptable tener menos huéspedes siempre y cuando se generen los beneficios suficientes para cubrir los costes del hotel y del casino, así como los del centro de reinserción y formación.

—¿Reinserción y formación? —⁠le pregunto cuando el chófer enfila un largo camino de entrada que lleva hasta un enorme y elegante edificio con un amplio espacio central, dos altas torres a cada lado y una más baja al fondo. El conductor continúa antes de detenerse bajo el pórtico.

—Te lo explico enseguida —dice Devlin mientras el aparcacoches abre la puerta y me tiende la mano. Devlin me sigue al exterior y luego me invita a entrar. En ese momento me doy cuenta de que ya no estamos en Kansas, como le pasó a Dorothy en El Mago de Oz, ni siquiera en el otro extremo de la avenida.

El lugar es alucinante. Está decorado con un estilo contemporáneo, líneas elegantes y preciosas obras de arte funcionales, como los apliques que bañan de luz cálida la estancia principal, los muebles de acero y madera de la recepción, y la barra de bronce y cristal que hay en el extremo más alejado y parece servir como puerta de acceso al casino que hay al otro lado.

—El casino está en esta parte —⁠me explica Devlin⁠—. Y las torres son para los huéspedes del hotel. Nos alojaremos en una de las suites.

«¿Nos alojaremos?».

Me dijo que tendría mi propia habitación, pero no le pregunto al respecto. No sé muy bien qué piensa, pero tengo muy presente lo que le dije a Brandy. «Zanjar el tema».

Y pese al rechazo en el avión, sigo empeñada en ello.

—… y centro de formación.

Levanto la vista con el ceño fruncido.

—Perdona, ¿te importa repetirlo?

—He dicho que hay un pasillo al final de la zona comercial que conduce a la tercera torre, aunque esa es un poco más baja.

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